Comparte tu Historia

Desde el lanzamiento del proyecto, empecé publicando mi historia y experiencia personal con la ansiedad y poco a poco se fueron sumando otras historias de la comunidad contando sus desafíos que sirven de apoyo e inspiración para otras personas. Si quieres contarnos tu historia mandanosla y la publicaremos aquí. 

 





Llevo sufriendo ataques de ansiedad desde que tenía 24 años. He leído enormes cantidades de libros y textos referentes a este mal y a su hermano, el pánico. He asistido a cientos de terapias, de psicólogos, de médicos. He probado todo tipo de terapias alternativas, fármacos, meditación. ¿Mis síntomas? Sentir que no respiro, tiritar sin control, sudores fríos, mareos, vómitos, el corazón a mil por hora... ¿Ilógico? Por supuesto, pero, en ese momento, los síntomas creados en mi cabeza se vuelven reales. Al ser reales, hiperventilo. Al hiperventilar, me angustio. Entonces me ahogo. Y esa sensación de ahogo es real, sin comillas, al igual que todas las descritas más arriba, las cuales se suceden sin control en mi cuerpo. 

Por todo esto me decidí a luchar contra el miedo y el pánico, que es, de alguna forma, algo esencial para seguir vivos. Porque una cosa es sentir miedo y otra muy distinta es dejar que te domine, que llegue la ansiedad y se produzca un ataque de pánico. Por eso es importante, vital, controlar el miedo, aunque por desgracia no siempre es posible.
 El otro día me dio un ataque de ansiedad mientras pinchaba (segunda vez en mi vida que me ocurre trabajando). Todo se desencadenó cuando intentaba relajarme en el camerino antes de salir al escenario. Sin saber muy bien cómo, la habitación se llenó de gente que no conocía de nada, invadiendo lo que yo consideraba mi espacio de relajación antes del trabajo. Entiendo que estaba en el único camerino de una sala de mil personas y
 que los trabajadores tienen que utilizarlo para los descansos y demás, pero aquellos no eran trabajadores ni iban a descansar.
La mayoría de gente entró a hacerse unas rayas, tirarse en los sofás, fumar, servirse unas cerverzas...
No voy a entrar en el tema de las drogas porque creo que cada uno puede hacer lo que quiera mientras no perjudique al resto, pero si lo menciono es porque en ese momento me sentía vulnerable y me incomodó. Y allí, minutos antes de salir al escenario, un montón de gente que no conocía estaba invadiendo mi zona segura, yo intentaba "ser adulta" pero no era capaz de concentrarme. Comencé a angustiarme. Tuve que salir a tomar el aire, pero las arcadas ya habían comenzado y al final vomité y tenía ganas de cagar. Se me durmieron las manos, se me secaba la boca, se me tensaba el cuello. Quedaban menos de diez minutos para que saliese a pinchar. Intenté serenarme, pero cuanto más pensaba en ello peor me ponía. La cosa llegó a tal punto que hasta que no pude ni hablar de las arcadas que tenía. La parte mas infantil se había adueñado de mi.
Mi manager le dijo al encargado de sala por lo que yo estaba pasando que preguntó si quería cancelar. Mi respuesta fue negativa aunque pedí que me pusieran un cubo en la cabina por si la cosa iba a peor. Era una petición bastante humillante, pero me resultaba mucho más vergonzoso tener que cancelar una actuación por una chorrada que me había pasado en el camerino (al escribir estas líneas me vuelvo a agobiar tan sólo con el recuerdo y me arrepiento tanto de no haber podido "ser adulta").
Aunque conseguí arrancar la sesión, no era capaz de concentrarme en las mezclas ni de escuchar las canciones con la debida atención. Un hormigueo recorría mis brazos y mis manos, tiritaba, resoplaba y las nauseas seguían ahí. Intenté fijarme en el público, pero tampoco quería que se dieran cuenta de mi estado, por lo que la ansiedad se duplicó al no poder ocultar lo que me estaba pasando. Al final mi manager se acercó a la cabina y me dijo: «pincha con el sync, que no estás dando ni una». El DJ residente también me ofreció su ayuda, interesándose por mi estado. Mientras, yo, balbuceando, me aguantaba las ganas de vomitar, sudaba muchísimo y, debido al alien de mi estómago, no era capaz ni de saber lo que estaba haciendo. Estaba completamente aterrorizada. Sólo quería que aquello acabase cuanto antes porque la situación se me había ido completamente de las manos. Además, al miedo de que la gente me viese mal se unió el miedo a que pensasen
que estaba así porque me había drogado.  A los 20 minutos de sesión (para mí fueron horas), el encargado y uno de los residentes se acercaron y me sugirieron que lo dejase "mejor que lo dejes, no estás dando ni una" me dijo alguien al oído. Por una parte me sentí aliviada, pero por otra me sentí humillada, sentí que había decepcionado a los presentes, pensé en la imagen que debería estar dando, en que nunca más volverían a llamarme en esa sala, en que el pánico y la ansiedad habían ganado la batalla.
Diez minutos después de abandonar la sesión me encontraba tumbada en la parte de atrás del coche de mi manager con un orfidal debajo de la lengua y respirando al fin más tranquila. Al día siguiente, las sensaciones de arrepentimiento, impotencia y decepción fueron enormes. Aún me fastidia recordarlo y saber que no pude con la situación. Aún sigo pidiendo perdón al encargado de la sala, al jefe, a los compañeros y a los asistentes de aquella fatídica noche (una vez más lo hago desde estas páginas).

No puedo decir que he vencido a los ataques de pánico, aunque ahora los afronto de diferente manera. Mis detonantes son demasiados y la tarea de controlarlos a todos es difícil. Pero tampoco diré que este trastorno, me ha terminado venciendo. La lucha continua, y la balanza se inclina hacia el control.
Aun así, ese control que voy ganando lo pierdo en ocasiones, y es durísimo ver como tu mente va por un lado y tu cuerpo por otro. Ver que te puede afectar a tu vida social, a tu vida sentimental o a tu vida profesional. Sientes una impotencia terrible. Sobre todo porque cuando comienzas a perder el control, estás perdido. Y puede pasar en cualquier momento: cruzando  la calle, cogiendo un tren, un avión, en el trabajo o incluso en la cama antes de dormir. El miedo a no saber cuándo perderás el control puede facilitar que pierdas el control. Y eso hay que trabajarlo. Porque si no lo haces, no podrás llevar una vida normal.
Me ha costado mucho escribir estas líneas porque tenía miedo de abrirme a un tema tan delicado y que en muchos sitios es considerado tabú (profesionales del sector me han recomendado no hablar sobre mi ansiedad porque puede dejarme sin trabajo). No todo el mundo comprende la gravedad de este problema, y los que no sufren de este problema creen que la solución es sencilla. Además ¿quién va a querer contratar a alguien que sufre ataques de ansiedad? ¿Quién va a querer estar con alguien que tiene miedo al miedo? ¿Cómo se apoya a una persona que no sabe controlar su miedo? Yo ya me he hartado de ocultarlo. No quiero tener miedo nunca más.

Eme DJ
Libro "Mamá quiero ser DJ" 



A los 19 años, empecé a trabajar como fotógrafo en algunos clubs de Madrid, un trabajo que implicaba capturar momentos en fiestas y eventos con artistas. Fue aquí donde comenzó mi verdadera historia. La música electrónica y la actuación de los DJs me cautivaron. Pasé meses trabajando como fotógrafo, pero poco a poco, mi deseo de convertirme en DJ se volvió más fuerte.

Decidí tomármelo en serio. Compré un par de platos Akiyama y una mesa Bheringer de dos canales. Adquirí un paquete de vinilos de un amigo para aprender a mezclar en casa. Me encantaba la mezcla de música y, con el tiempo, comencé a crear mi propia colección de vinilos de House.

Mis comienzos como DJ no fueron sencillos. Comencé a organizar mis propias Raves en Madrid, y pronto estas fiestas se hicieron populares. Conocí a otros colectivos que organizaban Raves y, de esa manera, me adentré más en el mundo de la música electrónica.

En esos eventos, el consumo de sustancias era común, y gran parte de la audiencia consumía alcohol y otras sustancias sin pensarlo dos veces. Las fiestas eran interminables, duraban varios días, y el descontrol a menudo era inevitable.

A pesar de que disfrutaba del consumo los fines de semana, empecé a darme cuenta de que quería dedicar mi vida a la música, y eso me motivó a dejar de lado las Raves. Comencé a estudiar producción musical, teoría musical y tomé cursos con productores reconocidos. Invertí cada vez más tiempo en la música.

Finalmente, abrí mi propio sello discográfico, lancé mis propias producciones y abrí un estudio. Comencé a viajar por toda España actuando en discotecas y ganando reconocimiento en la industria musical. Durante esos años, fui residente de eventos importantes y compartí cabina con DJs de renombre internacional.

Sin embargo, en medio de mi creciente éxito, los fines de semana se convirtieron en un torbellino de consumo de sustancias. Mis adicciones comenzaron a afectar mi vida personal y profesional. A medida que mi consumo de sustancias crecía, mi pasión por la música y mi compromiso se desvanecían.

Finalmente, llegó un punto de quiebre. Me di cuenta de que era adicto a la cocaína y la heroína. Intenté enfrentar el problema por mi cuenta, pero no tuve éxito. El consumo de sustancias me hizo perder mi carrera, amigos y familia. Pasé dos años sin rumbo, consumiendo cada vez más.

En 2022, encontré un centro de ayuda para la adicción y finalmente logré liberarme de las sustancias tóxicas. Este proceso fue extremadamente difícil, pero me devolvió la vida. Ahora, estoy reconstruyendo mi estudio y mi carrera musical. Mi objetivo es volver a la música en 2024, esta vez libre de adicciones y con un profundo respeto por las personas que me rodean.

Mi historia demuestra que es posible superar las adicciones y recuperar la pasión y el propósito en la vida. Agradezco la oportunidad de compartirla.

- Alvaro. "Afrobeat"

Soy Eddy Charlez, y esta es mi historia sobre cómo una pasión puede convertirse en una olla a presión a punto de explotar. Desde pequeño, supe que me dedicaría al mundo del DJ. Llevaba CDs grabados por mí a clase para que mis compañeros los escucharan. En casa, ponía los vinilos de mi padre en el plato y hacía como si "scratcheara". Experimenté con softwares de DJ hasta que pude permitirme mi primer equipo. Así comenzó todo, de manera humilde.

A los 18 años, comencé a pinchar en salas de mi ciudad, Zaragoza. Me hice un hueco, siempre aprendiendo de compañeros con más experiencia. Desde el primer minuto, pude ver lo mejor y lo peor de trabajar en la vida nocturna.

Desde el principio, destacé por mi versatilidad a la hora de ponerme delante de una cabina y leer a la audiencia. Siempre atribuí esto a la cultura musical que me inculcaron en casa. Sin embargo, enfrenté un obstáculo inicial: la preocupación de mi familia. Ellos veían más oscuro que claro el mundo de la música y preferirían que tuviera un trabajo convencional de 40 horas semanales. En ese momento, me atormentaba la idea de si estaba tomando la decisión correcta. Afortunadamente, con el tiempo, comprendieron mi elección y ahora me apoyan al 100%.

A los 23 años, gané un prestigioso concurso de DJs en Aragón, el Ambar Z Music. Esto me abrió muchas puertas y me llevó a actuar en mi primer festival, el FIZ. En ese momento, me di cuenta de que no era reconocido por mis compañeros, ni como DJ comercial ni como DJ alternativo. Todavía hoy, tengo la sensación de no encajar completamente en ninguno de esos grupos.

Comencé a tener numerosos conciertos fuera de mi ciudad, y para la mayoría de los DJs, incluyéndome, esto significaba mucho viaje y pasar muchos días lejos de casa. Actuar en pueblos remotos donde te preguntas por qué estás allí, lidiar con personas ebrias, faltas de respeto, y cuestionar si vale la pena. A pesar de todo, seguía adelante porque era mi pasión.

Poco a poco, los síntomas de agotamiento comenzaron a aparecer, resultando en noches con solo dos horas de sueño, café para mantenerse despierto y un estado de ánimo negativo. Experimenté irritabilidad, tristeza y enojo. Sentía que estaba perdiendo la oportunidad de disfrutar de mi juventud y de estar con amigos debido a mi trabajo. Cuando la mayoría de las personas estaban de fiesta, yo tenía que trabajar para que disfrutaran. Y luego estaban las fechas que eran especialmente difíciles, como las Navidades, cenar solo en la habitación del hotel antes de actuar y la soledad de estar lejos de seres queridos.

El agotamiento y la ansiedad aumentaron debido al ritmo frenético de los conciertos. Llegué a tener más de 240 actuaciones al año y luchaba por decir "NO". El cuerpo tiene un límite y si se lo sobrecarga, comienza a cobrar su factura.

Llegué al punto de visitar al médico para análisis de sangre, pero no se me tomó en serio debido a los estigmas en torno a la vida nocturna. El médico me recetó Lorazepam, pero nunca llegué a tomarlo. También me recomendó un psicólogo, pero no seguí esta sugerencia.

Decidí tomar un rumbo diferente y cerré una residencia de verano con una discoteca de Tarifa. Durante esos 5 meses, comprendí la verdadera soledad. Mis amigos dejaron de escribir y la gente olvidó rápidamente. Tenía que lidiar con la soledad y con ser rodeado de personas en la cabina, pero sintiéndome solo.

Regresé a Zaragoza y experimenté el rechazo de algunas salas con las que había trabajado durante años. A pesar de que mi carrera seguía creciendo, los cachés no eran los mismos. Me sentía inseguro, especialmente después de ganar el título de "Mejor DJ de Aragón 2022" en los Premios de la Música Aragonesa. Me generó un orgullo enorme, pero también inseguridades sobre cómo ser percibido por el público. A día de hoy, estoy más relajado y he aprendido a gestionar mejor todo. He aprendido a decir "NO" y, lo más importante, sé que tomar ayuda profesional es esencial. Esta es mi historia, una mezcla de desafíos y momentos maravillosos que me mantienen trabajando en lo que amo.

- Eddy Charlez

Soy un DJ apasionado por la música electrónica. Desde que era joven, soñaba con pinchar en las mejores discotecas y compartir mi amor por la música con el mundo. Cuando finalmente tuve la oportunidad de convertir mi pasión en mi profesión, pensé que había alcanzado el cielo. Pero, como pronto descubriría, detrás de las luces de neón y la música vibrante se escondían sombras que amenazarían mi bienestar mental.

Al principio, todo parecía un sueño hecho realidad. Mis sets eran ovacionados, y me convertí en un DJ muy solicitado. Pinchaba bastante, pero mis condiciones laborales eran una mierda: trabajaba en negro en la mayoría de las salas o festivales, sin seguridad social y sin garantias, además de tener que negociar con personajes de la noche que alguno que otro acabó en la cárcel. La incertidumbre económica y laboral comenzó a mermar mi salud mental. Cada semana era una lucha constante para llegar a fin de mes.

Las noches se alargaban sin fin, y la música ensordecedora y las luces brillantes me abrumaban. La presión constante y la falta de descanso me dejaban exhausto, llevaba ya unos  cuantos años trabajando de DJ y no había ni cotizado un año ¿y cuando me jubilase?. Las malas condiciones laborales estaban afectando mi bienestar mental en gran medida. Empecé a experimentar niveles crecientes de ansiedad y estrés por el tema económico, el futuro, la estabilidad...  hasta mi familia me advertía de que estudiase o me buscase un "trabajo de verdad" pero ya tenía 36 años y no me veía estudiando, ni sabía trabajar de otra cosa que no fuese de DJ. 

El agotamiento y la falta de sueño me llevaron a una espiral descendente. Ya no podía disfrutar de la música como lo hacía antes. 

La soledad también era un problema. A pesar de estar rodeado de personas en las discotecas, me sentía aislado. No podía relacionarme con otros DJs o con el público de manera significativa. Las relaciones personales se resintieron, y mi vida social se limitó a los encuentros fugaces en los clubes.

Las noches de insomnio se convirtieron en mi realidad. A menudo, me encontraba preocupado por mis finanzas y mi futuro. La ansiedad y la depresión comenzaron a gobernar mi vida.

Finalmente, tuve que enfrentar una dura realidad: las malas condiciones laborales estaban destruyendo mi salud mental. La inestabilidad económica y la falta de protección laboral eran demasiado para soportar.

Decidí que debía buscar una salida. Mi historia es un recordatorio de la importancia de abogar por mejores condiciones laborales en la industria de la música. La falta de seguridad laboral y económica puede tener graves consecuencias para la salud mental de los trabajadores de la música.

Hoy, he decidido luchar por un cambio. Mi lucha no es solo por mí, sino por todos los artistas que enfrentan las mismas dificultades. 

- Alex

Organizo eventos, fiestas, hago la producción, coordino DJs, luces, sonido... Pero lo que la mayoría no sabe es que, detrás de la música y las luces de neón, hay una lucha constante que no se ve.

Tengo 33 años y llevo una década en esta industria. Me encanta, pero también es un ambiente donde el alcohol y las drogas están a la orden del día. Y para alguien como yo, que tiene problemas con el alcohol y una tendencia a la autodestrucción, es como jugar con fuego.

He estado en terapia durante años para tratar mi depresión. Mi terapeuta siempre me dice que debería considerar cambiar de entorno laboral, pero ¿cómo lo hago? La música es mi vida. Además, en este mundo, la salud mental todavía es un tabú. Si la gente supiera que voy a terapia, supongo que me verían como alguien "inestable", y eso podría costarme mi carrera.

Así que sigo aquí, en este ciclo peligroso. Organizo eventos, me aseguro de que todo salga perfecto y luego, al final de la noche, me encuentro sola, enfrentando la misma oscuridad de siempre. A veces, después de que la música se detiene y las luces se apagan, me siento en el backstage y me pregunto: "¿Esto realmente vale la pena?"

Pero al día siguiente, me levanto y lo hago todo de nuevo. Porque a pesar de todo, amo lo que hago. Y tengo la esperanza de que, algún día, encontraré una manera de equilibrar mi pasión por la música con el cuidado de mi salud mental.


- Clara

Hola, soy Oscar, y quiero compartir mi historia con vosotros. Siempre me ha encantado la música electrónica, especialmente el techno. Empecé a pinchar en pequeños garitos y raves cuando tenía unos 18 años. No era famoso ni nada por el estilo, pero me encantaba la energía de la escena y la sensación de estar detrás de los platos.

Con el tiempo, me metí más en la producción musical y me pasaba el día mirando manuales y tutoriales sobre sonido y daws. Descubrí Ableton Live y me obsesioné con él. Pasaba horas y horas en mi habitación, jugando con sintetizadores, teclados y samples, creando pistas que solo escuchaban unos pocos amigos. 

Me pasaba el día en la habitación, fumaba porros, comía mal y dormía sin seguir ningún horario, pero me sentía raro. Como cansado. No tenía ganas de salir de casa ni de ver a nadie. Cada día me iba aislando más. Hacía música pero no me gustaba nada de lo que hacía y no estaba inspirado, creía que para sentirme inspirado tenía que fumar mas porros y entraba en esa espiral por que cada vez me sentía mas desmotivado, cabreado y sin ganas de nada. Tampoco terminaba ninguna de mis producciones en aquella época y hasta había dejado de salir de fiesta y de pinchar. 

Mi hermana, siempre había estado preocupada por mí. A menudo venía a mi habitación para ver cómo estaba, y aunque intentaba disimularlo, sabía que algo no iba bien. Pero yo no quería admitirlo, no quería que pensara que estaba "loco".

Llegó un punto en el que toqué fondo. No sabría decir por qué, pero estaba escuchando música tranquilamente en mi habitación y de repente saltó una canción en spotify que me recordó a mi exnovia y tuve una sensación muy rara, pero fué como si la nariz y los ojos se me llenasen de humedad y al momento sentí que me estuviera ahogando, como si el aire que respirase no fuera suficiente.
Tuve un ataque de ansiedad tan fuerte que pensé que me iba a morir. Mi corazón latía a mil por hora, y sentía como si las paredes se cerraran sobre mí. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que necesitaba ayuda.

Mi hermana me acompañó a urgencias y hablé con el médico sobre lo que había sucedido. Me derivó a un psiquiatra, me mandaron medicación y me recomendaron un grupo de apoyo y un psicólogo. Fue un proceso lento, pero poco a poco, empecé a ver la luz al final del túnel.

Hoy en día, puedo decir que he superado mi depresión, aunque todavía tengo episodios de ansiedad de vez en cuando. Pero ahora sé cómo manejarlos. Mi hermana ha sido una roca para mí durante todo este proceso, y no puedo agradecerle lo suficiente por no darme por perdido.

La recuperación es un viaje, no un destino. Y aunque todavía tengo días malos, sé que tengo las herramientas para enfrentarlos. No soy una superestrella del DJing, pero eso ya no me importa. Lo que realmente valoro ahora es mi salud mental y las relaciones que he construido a lo largo del camino.

- Oscar




Quiero hablar de una relación tóxica que tuve con mi ex-manager, Daniel.
Daniel era el tipo de persona que sabía cómo manipular situaciones y personas. 
Cuando le conocí me deslumbró con su carisma y su conocimiento de la industria. Me habló de sus conexiones, de cómo había ayudado a otros DJs a alcanzar el estrellato. Me mostró gráficos y estadísticas que, según él, podrían ser mi futuro. Me sentí halagada y emocionada; parecía que finalmente alguien creía en mí tanto como yo creía en mi música.
Las primeras semanas fueron como un sueño. Conseguí más actuaciones y mi presencia en las redes sociales comenzó a crecer. Pero pronto, él empezó a mostrar su verdadero yo. Comenzó a enviarme mensajes a altas horas de la noche, criticando mis publicaciones en redes sociales o las sesiones que había subido. "Esto no es lo que la gente quiere escuchar", decía. 
Lo peor llegó cuando estaba a punto de realizar una de las actuaciones más importantes para mi, ya que era cerca de mi ciudad, con todos mis amigos y familia que había comprado la entrada para verme, en un festival con una gran presencia mediática. Daniel canceló mi actuación solo un día antes del evento, alegando que no era el "tipo de público" que necesitaba para impulsar mi carrera. No consultó conmigo, simplemente lo hizo. Cuando lo confronté, me dijo que él sabía lo que era mejor para mí. Me sentí humillada y despojada de mi agencia.
La cancelación del evento y la falta de control sobre mi propia carrera me sumieron en un estado de ansiedad todo el rato. Empecé a cuestionar mi valía y mi talento. La música, que siempre había sido mi refugio, se convirtió en una fuente de angustia. Me encontraba en un estado de ansiedad constante, temiendo cada llamada o mensaje de Daniel. Empecé a evitar pinchar y a cancelar actuaciones menores, sintiéndome completamente desmotivada.
Sabía que necesitaba ayuda, así que busqué un terapeuta especializado en salud mental y estrés laboral. Durante las sesiones con Laura, mi terapeuta, trabajamos en varias estrategias de afrontamiento. Laura también me introdujo a técnicas de atención plena para manejar mi ansiedad y me enseñó ejercicios de respiración para usar antes de las actuaciones.
Tomó tiempo y mucho trabajo emocional, pero finalmente corté lazos con Daniel. Las primeras semanas fueron las más difíciles; estaba llena de dudas y miedos sobre cómo manejar mi carrera sin él. Pero con el apoyo continuo de mi terapeuta y el uso de las herramientas que había aprendido en terapia, empecé a reconstruir mi confianza. Volví a encontrar alegría en la música, y empecé a aceptar actuaciones de nuevo, esta vez asegurándome de que estuvieran alineadas con mis propios objetivos y no con las expectativas de otra persona. Con el tiempo, también empecé a construir una red de apoyo en la industria, conectando con otros artistas y profesionales que compartían mi enfoque ético y artístico. Y sabéis qué? No estoy sola. 

-A.


Siempre pensé que la música me salvaría. Desde que era pequeño, me refugiaba en ella, dejando que los beats y las melodías llenaran los vacíos que la vida iba dejando en mí. Pero nunca imaginé que la misma música que me daba vida me la quitaría poco a poco, nota a nota, hasta dejarme en un silencio ensordecedor.

Al principio, todo era euforia. Cada vez que subía a la cabina, sentía que me convertía en un dios. Controlaba la energía de la sala, manipulaba las emociones de la gente, les daba lo que venían a buscar: un escape. Pero con cada noche de éxito, algo en mí empezaba a romperse. Era como si cada aplauso, cada "me gusta" en redes sociales, me arrancara un pedazo del alma.

Empecé a sentirlo como un zumbido en el fondo de mi mente, una especie de estática que no desaparecía. Cada vez que intentaba crear un nuevo set o simplemente disfrutar de la música, ese ruido se intensificaba. Me di cuenta de que estaba perdiendo el amor por lo que hacía, pero lo peor de todo es que no sabía cómo recuperarlo. Me sentía atrapado. 

Una noche, en medio de un set, me derrumbé. Fue como si todo el ruido que había estado acumulando en mi mente de repente explotara, dejándome en un estado de vacío absoluto. No era capaz de sentir la música ni era capaz de conectar con la gente. Estaba deseando terminar de pinchar por que no sabía ni lo que estaba haciendo. Hubo varias noches así, que no disfrutaba, que no conectaba, que era incapaz de sentir nada. 
Así que tomé la decisión más difícil de mi vida: dejar de pinchar. Alejarme de la única cosa que alguna vez me hizo sentir completo. Fue como amputar una parte de mí mismo, pero sabía que era la única forma de salvar el resto. No me divertía, no me apetecía viajar cada fin de semana y despertarme en hoteles solo, sin apenas dormir, sin apenas conocer a nadie, sin saber qué coño estoy haciendo con mi vida. 

Desde entonces, he estado en terapia, enfrentando los demonios que la música había ocultado pero nunca eliminado. Cada día es una lucha, pero al menos ahora es una lucha que estoy dispuesto a enfrentar. Y aunque la música ya no forma parte de mi vida de la manera en que lo hacía antes, estoy mas tranquilo, disfruto más y tengo una vida mucho mas estable que antes. 

-
 

Mi nombre es Laura y soy cantante de pop. Desde pequeña, me apasionaba la música y soñaba con ser una estrella. Con mucho esfuerzo y dedicación, logré cumplir mi sueño y firmé un contrato con una discográfica importante. Pensé que era el inicio de una vida maravillosa, llena de éxito y felicidad. Pero me equivoqué.

La presión que sentía era insoportable. Tenía que cumplir con las expectativas de la discográfica, de los medios, de los fans, de mi familia y de mí misma. Tenía que estar siempre perfecta, sonriente, simpática y disponible. Tenía que hacer giras interminables, grabar discos, conceder entrevistas, asistir a eventos y promocionar mi imagen. No tenía tiempo para mí, ni para mis amigos, ni para mi pareja. Me sentía sola, agotada y vacía.

Empecé a tener ataques de ansiedad, insomnio, dolores de cabeza y problemas de alimentación. Me refugié en el alcohol, las drogas y las pastillas para poder seguir adelante. Pero cada vez me hundía más. Un día, no pude más y tuve una crisis nerviosa. Me ingresaron en un hospital psiquiátrico, donde me diagnosticaron depresión mayor. Fue el momento más duro de mi vida.

Pero también fue el momento de cambiar. Con la ayuda de los médicos, los psicólogos y mis seres queridos, empecé a recuperarme. Aprendí a aceptar mi enfermedad, a cuidarme, a poner límites y a priorizar lo que realmente me importaba. Descubrí que la música era mi pasión, pero no mi vida. Y que podía seguir haciendo lo que me gustaba, pero de otra forma, más sana y auténtica.

Ahora estoy mejor, aunque sé que la depresión no se cura de un día para otro. Sigo en tratamiento y sigo luchando cada día. Pero también sigo cantando, porque la música es mi terapia, mi forma de expresarme y de conectar con los demás. Quiero compartir mi historia para que otras personas que estén pasando por lo mismo sepan que no están solas, que hay esperanza y que se puede salir adelante. La depresión no es una debilidad, es una enfermedad. Y se puede superar.

- Laura

Desde mis 18 años, me sumergí en el emocionante mundo de ser DJ. Mis inicios fueron en salas, aprendiendo de veteranos de la escena, y desde el primer momento, experimenté lo mejor y lo peor del ocio nocturno.

Con el tiempo, los bolos se multiplicaron, llevándome a actuar en lugares remotos que desafiaban mi sentido de pertenencia. Cuestionaba mi presencia en los bolos, preguntándome: "¿Qué estoy haciendo aquí?" Lidiar diariamente con personas ebrias y la constante falta de respeto hicieron que me planteara si todo valía la pena.

Mi pasión por ser DJ y perseguir mi sueño era innegable, pero los síntomas de agotamiento empezaron a aflorar. Noches con apenas dos horas de sueño, impulsadas por bebidas energéticas y café, me dejaron en un constante estado de irritabilidad y negatividad.

Lo que era mi sueño se convirtió en una rutina que me robaba la oportunidad de disfrutar mi juventud. No tenía tiempo para amigos ni familia; cumpleaños, navidades y eventos familiares importantes quedaban eclipsados por mi trabajo. Me sentía solo, desconectado de mis seres queridos que dejaron de contar conmigo.

La soledad de estar lejos de casa se mezcló con el agotamiento y el ritmo frenético, dando paso a la ansiedad. Sin ser tomado en serio por los estigmas de la vida nocturna, busqué mi propia salida, dí con la web de Depresión en la cabina y encontré un psicológo. Aprendí a decir que no y a gestionar mejor las emociones. La ayuda profesional se volvió esencial; entendí que mi salud mental era primordial.

Hoy, he redescubierto la alegría de trabajar en lo que amo. Esta es mi historia. Gracias por toda la ayuda.

-D.R.A.